Se preguntarán, después de leer lo anterior, ¿por qué escribo esto si lo amaba tanto? Simple. Este pedacito de mi alma, que he mantenido oculto, hoy merecía salir a la luz y lo hago porque por más que lo odie, LO AMO y quiero que todos sepan de este amor. Porque aunque me duela admitirlo, lo he amado durante casi 4 años y medio sin contar el tiempo que quizás los sentimientos estuvieron ahí, pero jamás los noté.
Hoy dejo aquí todo, en la cancha, como lo que no hacen los de la selección peruana, pero yo me llene de valor y sobre todo de fuerza de voluntad para regalar mi historia y para dejarla plasmada aquí, para siempre.
Aún recuerdo el color de sus ojos cuando regrese y lo vi luego de varios meses, de una relación falsa que conseguí para querer apartarlo de mi mente; estaban totalmente vacíos, fríos, no había una gota de dulzura en su mirada, se había ido, y sabía que para siempre. Estaba lleno de odio y rencor hacia mí, no pisaba lugar al que yo fuera. No quería verme. Me pareció patético, y fingía tan bien que no me importaba, pero cada que sabía que no iba a llegar o las veces que al mirarme unos segundos solo veía la rabia más genuina que quería correr tanto que solo quería desplomarme.
Ese niño, que un día me dijo que me amaba en la sala de un cine antes de ver Harry Potter #graciasJKRowling, que me esperaba con rosas y la sonrisa más hermosa y auténtica que jamás haya visto y que jamás se dio por vencido frente a lo que se le pusiera, ya no estaba. Quedaban pedazos de él, al igual que de mí. Ninguno volvió a ser esos niños locamente enamorados que no estudiaban por ver películas y hornear brownies. Los dos habían tomado destinos diferentes y habían dejado copias baratas de humanos hechos de nada, más que de odio el uno por el otro.
Se me caen las lágrimas, al recordar todas las veces que jamás volteó a verme, las veces que fui yo la que se armó de valor y volvió a ser quien era y fui por él donde sea que estuviera, llena de vida y dispuesta a decirle que a pesar de todo, jamás había dejado de amarlo. Aún recuerdo sus ojos llenos de ganas de herirme, llenos de ira, y ojos de alguien que jamás había conocido.
Y aunque no lo crean, solo dos veces fue por mí, se armó de valor y admitió que me amaba, solo que no estaba lista para estar de acuerdo en algo con él otra vez. Negué cualquier sentimiento hacia él, se llenó de miedo y se fue. No estaba lista para tomar su mano y pedirle una sola palabra, “Quédate”.
Nunca voy a entender a los hombres, ellos pueden equivocarse millones de veces, sin embargo, basto un día, en el que dije ¡Basta, se acabó! Para matar a alguien por dentro para verlo renacer en alguien que no tenía escrúpulos, que ya nadie le importa e imposibilitado de articular las palabras “te amo”. Los dos sabíamos que el día que dijera se acabo iba a ser par siempre, pero jamás nos pusimos a pensar cuando llegaría ese día, ni quien se atrevería a decirlo. Y cuando llego…
Hoy, dos años después de esa noche que sentí que el mundo se me venía abajo, que sentí que no tenía más lagrimas para llorarlo, puedo decirles, que aún lo amo. Lo sé porque a pesar de la distancia, el tiempo, el dolor y la rabia, él sigue siendo el único hombre que al verlo siento como mi interior se llena de frio y se estremece al verlo. No siento esas mariposas, pero siento que me retuercen el estómago. Lo he dicho mil de veces, PERO AUN LO AMO. Pero sé que es hora de despedirme de él y de esta historia tan encantadora y hechizante que viví a su lado.
No todos tenemos la dicha de conocer el amor, no todos tenemos la dicha de a los 17 años caer perdidamente enamorados de tu compañero de carpeta de al lado. Pero yo la tuve. Tengo 21 años y aún recuerdo a mi novio, ese lleno de vida que aunque no lo crean hacia las cosquillas más dolorosas del mundo. Excelente chef. Ser humano increíble. Y el gran amor de mi vida.
Sé que quizás me casaré más adelante y el también, que formaremos familias, pero como dice #TitanicModeOn, el corazón de una mujer es un gran mar de secretos. Y si bien es cierto, jamás renunciare a la esperanza tonta que un día lo vea con un ramo de rosas, esa sonrisa que me enamoro y esas palabras tan dulces que solía decirme cada que me miraba. Pero sé que quizás el jamás regrese. Ya espere un par de años y el no volvió. No volvió por mí.
Pero a pesar de todo, él se merece esto. Merece que lo conozcan como lo conocí, merece que comparta mi dolor y mi alegría, mi amor y mis miedos. Mi pequeño Bastard, así solía llamarlo en el colegio, donde quiera que este se llevó eso que desde niñas anhelamos #Disneymaldito, conocer al amor de nuestra vida. Siempre espere que a lo Cenicienta terminara en felices por siempre, no en ódiense por siempre. Pero esos dos años jamás los cambiaría por nada en este mundo. Porque nada compra un corazón dulce, lleno de amor y de esperanzas que solo el camino sabrá si se apagan o brillan más y más.
A veces te dicen que te olvides de esa persona, pero hay personas que se quedan marcadas en la piel, como tatuajes. A veces se olvidan y otras veces, aprendes a vivir con su presencia, pero sin detener tu vida.
Te lo mereces, fuiste mi amigo, mi amor, mi confidente y siempre serás el amor de mi vida. Perdón si te hice creer que no te amé, porque no lo hice. Te amo.
El amor no es para sufrir, el amor es para gozarlo. Enamórense, no tengan miedo, nadie sabe si será para siempre o un par de años como me tocó a mí. Pero con 21 años puedo decir que ya tache de mi lista amar y ser amada por alguien con locura, ponerme mil mascaras para fingir algo que se ve a kilómetros y cumplir ese sueño de niña de vivir un amor como este.
Esto es para él, donde quiera que este y, así, me despido de nuestra historia.
Tacón Roto.